Hace unas semanas me crucé por la calle con una niña. Iba acompañada de una adulta. Estaban agachadas observando un bicho bola. A parte de preguntarme si estará bien hoy en día tocar un bicho bola y forzarle a que se ponga en modo bola, decidí que iba a dedicar estos escritos de domingo de verano a cosas banales y profundas como, por ejemplo, un bicho bola.
Un domingo conmigo se transforma en Un domingo de verano. ¿Cuál es la diferencia? Básicamente, que me voy a permitir hablar sin pensar demasiado. Tampoco es exactamente eso, porque pensar demasiado nunca lo hago. Más que sin pensar demasiado es tener la libertad de escribir o decidir una semana no hacerlo. Es publicar un texto del pasado. Tal vez sea coger artículos de mi web que escribí hace años y que están ahí esperando no sé qué y traerlos aquí. Es darme permiso para hacer todo esto o decidir no hacer nada de todo esto.
Dicho esto, volvamos al bicho. ¿Quién no ha tocado un bicho bola? ¿Quién no ha deseado hacer el bicho bola? Yo pasé la infancia en un lugar donde abundaban. Les gusta la humedad y qué mejor que una casa en la playa para campar a sus anchas.
El bicho bola, conocido científicamente como Armadillidiidae y comúnmente como cochinilla de humedad, se hace bola como un mecanismo de defensa. El comportamiento de hacerse bola está profundamente arraigado en el instinto del bicho bola. Qué maravilla. Es una respuesta rápida y automática a cualquier amenaza percibida que no requiere tiempo para analizar la situación, lo que aumenta sus probabilidades de supervivencia. Maravilloso.
Al igual que el bicho bola se enrolla para proteger sus partes vulnerables, los seres humanos nos hacemos bola como una forma de autodefensa emocional. Esta reacción puede manifestarse en situaciones de conflicto o estrés, donde nos aislamos para evitar el dolor o la confrontación. Es un mecanismo de protección que aparece cuando intentamos conservar nuestra estabilidad emocional. Aunque a los humanos, a diferencia del bicho bola, no siempre nos funciona.
No funciona cuando nos quedamos más de lo necesario en el modo bola. Porque, del mismo modo que el bicho bola se desenrolla para continuar con su vida, nosotros también necesitamos aprender a abrirnos nuevamente. Permanecer en un estado defensivo por demasiado tiempo puede impedirnos crecer, conectar con los demás, resolver problemas y también que nos pasen cosas bonitas. La clave, como siempre, está en encontrar el equilibrio: saber cuándo es necesario protegernos de lo de fuera y cuándo es el momento de desenredarnos y salir de nosotros mismos para que la vida nos regale la parte buena de vivirla.
La duda seria cómo saber que no se lleva ya demasiado tiempo en modo bola?
"Muy pronto, Wisława szymborska, supo que su mundo giraría alrededor del instante poético. Lo supo tan bien que escribió «Las tres palabras más extrañas»:
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia".
*extraído de una no-antologia poética.
Feliz semana 🛶
un abrazo fraterno 🫂