Curvas
Al contrario que esas rectas confiables, cómodas y predecibles, las curvas mantienen nuestra capacidad de estar en alerta poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación. Curvas. En la carretera y en la vida. En la conducción, antes de una curva pronunciada es fundamental reducir la velocidad. Hay señales que avisan que vienen curvas. Señales que hacen necesario poner en marcha la capacidad de anticipar. Darnos cuenta de que algo está a punto de cambiar y prepararnos para ajustar la velocidad y el ritmo nos permite entrar en la curva con confianza en lugar de ser sorprendidos por ella. A veces, no hay señal que nos avise. O sí hay, pero no la vemos. O no la queremos ver y miramos hacia otro lado. En ocasiones, la curva nos sorprende.
Sea como sea, jamás se frena en la curva. La curva necesita que aceleremos. No se frena cuando el camino ya se ha torcido, se frena antes. En la curva se acelera, pero no se acelera sin más, se hace después de haber frenado. Si cogemos la curva sin frenar podemos salirnos del camino. ¿Cuántas curvas de la vida nos han sacado del camino por no haber reducido velocidad antes de adentrarnos en ellas? Reducir velocidad antes y acelerar en la curva es lo que nos permite coger el control de la misma. En la capacidad de acelerar en la curva está la capacidad de avanzar en ella. Y en la vida.
Cada curva es un cambio de perspectiva. Al girar, vemos el mundo desde un ángulo diferente, lo que nos permite reevaluar nuestras prioridades y encontrar nuevas direcciones que quizás no habríamos considerado antes. Es en estas curvas donde encontramos sorpresas, nuevos caminos, incluso vistas espectaculares que nunca habríamos imaginado. La vida, con sus curvas, no solo nos desafía, sino que también nos guía, nos moldea y nos acerca a lugares que, de otro modo, nunca habríamos conocido.