Esta semana escribía este tweet: Ir donde te traten bien. Salir de donde te traten mal. Fin.
La reacción automática de algunas personas ante afirmaciones similares a esta es un ¡qué difícil! Respuestas varias que giran en torno a la dificultad de estar en un sitio donde nos traten bien. Es fuerte el tema. Nadie dice que sea fácil. Nada es fácil. Tampoco lo es quedarte donde te tratan mal. ¿O sí? ¿Es fácil pasarlo mal? No, pero lo hemos normalizado.
Es necesario parar y pensar que el hecho de salir de donde no nos traten bien o buscar entornos donde sí lo hagan no es cuestión de dificultad sino de habernos acostumbrado a que lo normal es que la gente nos trate mal. Y eso no es normal, en todo caso, es común. Porque, ¿qué sentido tiene estar donde nos tratan mal?
Si a lo anterior se le suma alguno de los discursos que circulan por ahí de valientes y cobardes, quedarme cual hámster en su rueda física y mental es la cosa más fácil del mundo. Porque de manera muy sutil me van contando que huir es de cobardes, que quien huye es porque no sabe afrontar, gestionar o resolver y eso no siempre es así. Huir es inteligente cuando me hacen daño.
Existen situaciones, personas o patrones de comportamiento de los que hay que huir a la velocidad de la luz, no porque no sepa afrontarlos sino porque no me da la gana. Podría hacerlo, pero me hacen daño y yo me quiero y me protejo. ¿Estás huyendo? Sí, y con la cabeza bien alta.
Es obvio que en muchas ocasiones no va a ser tan sencillo como darme la vuelta y decir adiós. Necesitaré un plan de acción para salir de ahí, pero ese será el camino: ir paso a paso hacia donde quiero estar. Poner el foco en ese camino de avanzar y no donde lo llevo poniendo los últimos años, que no es otro lugar que en las tropecientas teorías que me he ido inventando para justificar lo injustificable de mi vida.
La resiliencia (otro término al que hemos vaciado de contenido para aguantar carros y carretas y ‘salir más fortalecida’ del hoyo que sigo cavando) también es decidir no aguantar eso que me dicen algunos que me hará más fuerte. Mira, yo no quiero ser fuerte, quiero que me traten como yo me trato, o sea, bien.
Hay miles de textos que afirman que ‘la huida no es la respuesta’. El planteamiento en estos discursos siempre está centrado en el individuo obviando el contexto, por lo que el problema siempre estará en mí y si huyo, el problema vendrá conmigo allá donde vaya. Pues no, porque huir es alejarse deprisa, por miedo o por otro motivo, de personas, animales o cosas, para evitar un daño, disgusto o molestia.
Hay situaciones de las que hay que huir porque la huida, el byebye a tiempo o a destiempo (lo importante es el adiós) es la manera más inteligente de gestionar emocional y no emocionalmente el problema. El del banco, la médica, la novia, el familiar, tu jefe, la peluquera, el que te vende el pan, la compañía telefónica, el marido de toda tu vida….todos y todas. ¿Estás donde te tratan bien?
Es necesario huir de todo lo que me hace daño, de aquellos lugares en los que no me tratan bien, donde no se me respeta, reconoce o valora. Huir de personas y situaciones que intentan convencerme de que la huida es de cobardes (de esos, los primeros) porque entienden el huir como perder. ¿Qué pierdes? ¿Qué es perder? Perderse también es deambular entre textos que lo único que pretenden es que, a través de una dudosa seguridad en mi misma y una falsa resiliencia en beneficio de otro, me dedique a sobrevivir en vez de a vivir.
¿Te tratas bien cuando toleras que te traten mal? Que te traten bien no es que no te traten mal. Porque conformarte con que no te traten mal hará que seas incapaz de alejarte del borde, de decir adiós al que aparece y desaparece, de ese que le da la vuelta a la tortilla hasta que consigue hacerte daño, del rígido, del chulo, del experto en marear, del egocéntrico, del que solo sabe enfadarse gritando…
Y no es que no tengas paciencia porque no aguantas nada, no es que te vengas arriba, se te suban los humos y le envíes a paseo; es que, por fin, has aprendido que creer que es difícil ir donde te traten bien es haberse tragado el discurso de que la vida es aguantar. Porque mientras estás en el lugar donde te tratan mal te pierdes un montón de lugares y personas con capacidad de tratarte bien.
Siempre hay que ir donde te traten bien. Siempre hay que salir de donde te traten mal. Fin.
¿Qué hay en ti que consigue que te quedes donde te tratan mal?
Oráculo ❤️🔥
Cada domingo un pedacito de inspiración.
Gracias.