Hoy las redes se llenan de flores, fotos antiguas, fotos actuales, mensajes más o menos cursis y comidas y encuentros especiales. Y aunque me alegro mucho por quienes tenemos motivos para celebrar, no puedo evitar pensar en quienes hoy sienten un nudo en el estómago.
Porque no todo el mundo tuvo una madre que cuidó, que abrazó, que estuvo. Hay quienes crecieron sin una figura materna presente, o con una madre que hizo daño, que no supo querer o que no pudo proteger. Y eso, en días como hoy, pesa más.
El Día de la Madre, con su envoltorio dulce, también es amargo. Porque duele cuando ves publicaciones que parecen salidas de un catálogo de amor incondicional, mientras tú solo recuerdas silencios, reproches o ausencias. Duele cuando te preguntas si todo habría sido distinto con otra infancia, con otra madre (con una madre), con otro amor. Con amor. Y aparece la ansiedad. La sensación de estar fuera de lugar. De no poder encajar en esa fiesta colectiva de gratitud que, para ti, es más bien un recordatorio de lo que faltó.
Este texto no es para quienes celebran, sino para quienes hoy necesitan esconderse un poco. Para ti, que sientes tristeza, rabia o vacío. No estás solo. No estás rota. Lo que viviste importa. Lo que no tuviste, también.
Hoy, si te hace bien, aléjate del ruido. Haz espacio para celebrar, si quieres, a quien sí estuvo. O simplemente respira. Que no todo lo que duele tiene que mostrarse, pero sí merece ser sentido y nombrado.
Gracias, Mª Jesús: y lo otro bonito que se puede hacer, especialmente hoy cuando ha habido una madre ausente o dañina, es pararse a tomar conciencia y romper la cadena, esforzarse cada día por crear una energía de madre lo más positiva y sólida posible, para nuestros propios hijos o para algunos otros hijos a los que también les falta ese sostén claramente
Gracias por verbalizar algo que aún es bastante tabú 😞🙏