Piensa como un ganador, los ganadores hacen esto, los cobardes hacen lo otro, los valientes jamás se rinden….blablabla
Creernos la historia de que somos campeones, guerreras, valientes o personas de éxito si ayuda en algo solo lo hace a muy corto plazo. Nos podemos sentir bien durante un período corto de tiempo porque hablar de valientes es hablar de cobardes.
Hablar de ser valiente y no de las conductas que eso implica en un contexto determinado, es transitar un camino en el que iré construyendo mi identidad y mi estima se irá ajustando a encajar en ese perfil de valiente. Los valientes, cuando lo son, lo son aquí, con las cosas de aquí, con su situación en concreto. Porque los valientes en otras situaciones son cobardes. Todos somos valientes en el miedo de otro. Todos somos cobardes en el nuestro. Entender que los miedos no se juzgan porque siempre juzgarás un miedo que no será el tuyo.
Encajar en el rol de ser valiente es batir un duelo en el que mi estima acabará perdiendo porque mi ansia de valentía me llevará a compararme con los demás y yo no me daré ni cuenta. Iré por la vida sin las coordenadas necesarias en las que anclar mi eje. Y, por supuesto, no tardaré en encontrar a alguien más valiente que yo. Porque siempre habrá alguien más guapo, más lista, con más éxito. Más valiente. Mi objetivo de ser valiente se habrá convertido en mi trampa. Mi cabeza saldrá al mundo buscando indicadores de valentía y acabaré poniendo mi atención y mi estima en las conductas de los demás.
Ser valiente puede ser salir de un sitio o esforzarme por ser feliz ahí dentro. ¿Quién decide lo que es mi valentía o mi cobardía si nadie conoce mi historia? Se puede ser valiente dejando un trabajo o quedándose en él, separándose de la pareja o poniéndole amor a la relación. ¿Qué es ser valiente? La valentía es esa conducta concreta que, en función de la situación en la que me encuentre, tendrá las características de conducta valiente. Gestionar las emociones, ser asertiva, conocer mis miedos y decidir qué hacer con ellos, vivir ajena a la opinión externa, tener autoconfianza y seguridad en mí misma, manejar la incertidumbre, asumir riesgos, no adelantar acontecimientos, tolerar la frustración… Ser valiente también será reconocer que tengo miedo, saber que no soy autosuficiente, pedir ayuda, sufrir, llorar. Ser valiente está muy lejos de ser el superhéroe de los discursos de valentía. Ser valiente está muy lejos de salir al mundo queriendo ser valiente.
Aferrarte a los discursos de lo que los valientes hacen es aferrarte al de lo que los cobardes hacen. Este camino siempre será problemático porque alimentará la necesidad de valentía fundamentada en el miedo a convertirte en un cobarde porque ¿tú qué quieres: ser valiente o no ser cobarde? ¿Quieres que te vean como valiente o te aterra que te vean como cobarde? El juicio de la conducta valiente alimenta tus miedos a no serlo, la voz interior que guiará tus pasos será esa voz de la exigencia cuyo fundamento no es querer el éxito sino el miedo atroz al fracaso, en este caso, a ser cobarde.
Nadie es cobarde o valiente siempre. Todos tenemos conductas que nos acercan o nos alejan de quienes queremos ser. La vida es más fácil cuando salimos del ‘yo soy’ y pensamos en el ‘yo hago’. ¿Qué haría la persona que yo querría ser? Ahí está mi valentía. Solo la mía.