Hace tiempo que circula el mensaje de que es mejor acumular experiencias que objetos materiales. No tengo ni idea de qué es mejor porque de entrada y sin profundizar en el tema, lo primero que se me ocurre es que cada uno acumule lo que decida acumular. Aquí una vez más, como en las cosas importantes de la vida, nada es mejor o peor porque el único peligro está en hacer algo que no esté alineado con lo que una es. Como ya escribí aquí, si a mí me gusta acumular cosas, me caben y no perjudico a nadie el único problema será de quien no entiende que detrás de las cosas también hay experiencias y que las experiencias se pueden acabar convirtiendo en cosas.
Sin embargo, no me paso por aquí para reflexionar sobre la dicotomía (hasta en este tema nos instalan en el pensamiento dicotómico) cosas vs. experiencias sino para darle una vuelta al afán de acumular. La sobreinformación, la prisa, los mensajes sobre la necesidad de experimentar nos asientan en la importancia de no poder perdernos nada. Nos hemos ido convirtiendo en unos Diógenes de las experiencias. El resultado es el famoso FOMO, ese miedo a estar ausente, esa ansiedad generada por el temor a perderse cualquier actividad positiva.
Porque aquí lo importante es acumular, ya ni siquiera es hacer, es acumular. El problema está en que la vida del ser humano no se define con hacer. Se puede encontrar una sola actividad y disfrutarla tanto que ya no se necesite nada más. Se pueden ir acumulando experiencias de todo tipo y no disfrutar ninguna porque si el objetivo es conseguir, coleccionar o almacenar, la satisfacción acabará estando en eso, no en la actividad.
Es la cultura de la acumulación de éxitos, likes, experiencias, planes, momentos, emociones, retos, veranos, inviernos, vacaciones, proyectos, amores, desamores... Somos acumuladores. Diógenes. Somos seres que pasan por encima, que arrasan y destruyen todo aquello que acumulan porque conseguir algo maravilloso de lo que no se disfruta poco tiene de maravilloso.
El mensaje que empezó a circular hace años era ese, que lo mejor que podíamos hacer con el dinero era invertirlo en experiencias y no en cosas. Hasta que las experiencias se han acabado convirtiendo en un objeto más porque la experiencia no se disfruta, se amontona como las figuritas de porcelana en el mueble de la abuela, esas figuritas que aparentemente no sirven para nada. No se disfruta de la experiencia porque lo importante es ir pensando en la siguiente, meter esta en la colección y sacarla de los infinitos to do en los que se ha convertido nuestra vida.
Acumulamos capturas de todo: libros por leer, lugares que visitar, recetas por hacer, musicales que ver, cremas, podcast por escuchar, plantas, muebles, películas, restaurantes, museos…Acumular capturas de cosas que jamás conseguiremos hacer porque la sensación es de que no hay vida suficiente para leer todo lo que quiero leer, escuchar todo lo que quiero escuchar, ver todo lo que quiero ver, disfrutar de todo lo que quiero disfrutar… Ahí estamos, sin ser conscientes de que mientras estamos pensando en todo lo que tenemos por disfrutar no disfrutamos de nada.
No soy yo, son las cosas que hago. No soy yo, son las ocupaciones que tengo. No soy yo, son las experiencias que voy acumulando. No soy yo, soy los retos que voy consiguiendo. Pero tú, sí tú, no tus cosas ni tus ocupaciones, experiencias o retos, tú, ¿quién eres? ¿Te has fusionado con todo ello?
La tecnología nos impulsa a vivir con prisa. La prisa nos seguirá impulsando a vivir con prisa. ¿Qué necesidad hay de ver una serie más rápido? ¿Por qué tengo que escuchar el audio de whatsapp a más velocidad? ¿Para no perder tiempo? ¿En serio? Lo vamos aceptando. Y así vamos perdiendo la capacidad de atender porque cada vez es menor el tiempo que somos capaces de prestar atención a algo en concreto. Acumulamos. Producimos. Todo el rato. Somos grandes fabricantes de distracción, de estrés, de ansiedad y, por supuesto, de remedios para gestionar la ansiedad.
Hoy tardé en leerte porque, pero has estado todo el día en la pantalla del teléfono...y ahora que lo hago (leerte) confieso por qué fue el retraso:
"estuvé todo el día contemplando, nada más, e intentando asimilar que no puedo retener el tiempo ni el espacio ni las palabras, nada, porque aunque intente volver a un origen, es imposible, nada se para ni nada se detiene, y lo que acabo de escribir ya no existe (ni esto tampoco ya)...es un un movimiento constante y ni el lenguaje que utilizo me pertenece (es de todas y de ninguna)...
Una fuente, el capricho del viento que el agua arrojada por un caño...una nube, agitada por otro viento también es agua y la misma y mis palabras no lo pueden expresar... eso es lo esencial (pour moi).
Esta mujer se dará cuenta de cómo escribe??
La genialidad nunca es consciente de sí misma.
Muchas gracias por todo Caimari
Un beso 😘